Peor que fieras by A. Rolcest

Peor que fieras by A. Rolcest

autor:A. Rolcest
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras
publicado: 1971-11-30T23:00:00+00:00


CAPITULO 5

El viejo ranchero Alkoff, al saber que se acercaba el carruaje en el que iban Vernon Dargeon y su sobrina montó a caballo y fue a su encuentro.

—¡Quedamos en que esperarían en el pueblo!

—¡Yo no prometí nada! —contestó Etsy.

—Esta madrugada ya quería vestirse de vaquero y tomar parte en la fiesta —manifestó el tío.

La joven miraba el edificio del ranchero Kalter, que destacaba dentro de un cerco de árboles.

El rancho era muy grande. Solamente en un extremo se veían unas cuantas reses.

Las torres de dos molinos estaban derribadas, rotas y esparcidas sobre pastos pisoteados.

—¿Dónde está la laguna contaminada? —preguntó Etsy.

—Queda al norte. Jake Harby ha confesado que la contaminación fue un engaño. Alrededor de la laguna dejaron reses envenenadas, para acobardar al señor Kalter, y que él mismo empujara su ganado fuera del rancho. Antes que ver sus reses muertas, prefirió dejarlas al alcance de cualquier desaprensivo.

—En el pueblo ya se sabe que Harby se ha rendido —dijo el tío de Etsy—, ¿Neil está apretando tuercas?

El viejo Alkoff movió la cabeza, negando. Luego dijo:

—Todavía no ha entrado en el departamento donde Jake Harby y el capataz del señor Kalter se están echando los trapos sucios a la cara. Sólo se preocupa de seleccionar papeles. Apenas hemos volcado el saco, ha apartado el dinero y varias facturas. Hay tres cartas que le interesan, y ha hecho que el sheriff, yo y otros dos amigos firmemos en el dorso, testificando que estaban en la caja fuerte de Jake Harby.

Hizo una pausa, mirando a Vernon Dargeon.

—Anoche pensé que usted exageraba, cuando me refería lo que hizo Neil con la caja de su hermano.

—¡Eso me ocurre siempre! Si a alguien le debo unos centavos y le doy una moneda de oro diciendo: “En paz”. ¿Qué ocurre? Que me la devuelve con cara de estar a la vuelta de todo y me dice: “Esa filfa, para un bobo. Venga mis centavos”.

—¡Tío! ¡He pasado una terrible noche pensando...! ¡No me saques de quicio! —y dirigiéndose al ranchero Alkoff—: ¿Qué ha ocurrido con la caja de ese malvado?

—Pues..., con el propósito de que Neil demostrara que tenía buenos dedos, ha dicho que desconocía la clave.

—¿Y él ha caído en la trampa?

—¡Qué trampa ni qué diablos! A ese muchacho no le preocupa lo que pueden pensar de él...

—Una vez insinué que Neil había abierto la caja de tu padre, y estuviste a punto de sacarme los ojos. ¡Bien! Si él cree conveniente decírtelo...

El coche se había detenido frente a la casa. Apenas apearse la muchacha, Watson apareció en la puerta.

Parecía muy cansado. Descendió los peldaños y, después de saludar, dijo:

—Esto es lo que queda del cheque que el tipo de las patillas entregó al señor Kalter.

Etsy lo rompió.

—Mi propósito era que, cuando usted llegara aquí, encontrara al señor Kalter más animado.

—El se dio cuenta de su intención. Y le está muy agradecido. No tome a desprecio la devolución de lo que quedaba del cheque.

Refirió que el trozo que faltaba lo mascó para escupirlo contra el capataz.

Etsy, con los ojos brillantes por las lágrimas, prorrumpió:

—¡No acierto una.



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